Sí, lo sé, ya me estoy poniendo trascendental, pero así soy yo, qué le voy a hacer. Trascendental y en lucha perpetua con mi vida y mis objetivos.
Pero es que cada vez tengo más claro que según tengamos organizado el armario, así tendremos organizada nuestra vida.
De ahí se deduce que con un armario desordenado, o caótico, o abarrotado de prendas que, lo que es peor, ni siquiera nos ponemos, es imposible avanzar en la vida y centrarse en objetivos más serios.
Últimamente estoy leyendo muchos artículos sobre finanzas personales, emprendimiento, formas efectivas de alcanzar nuestras metas y ese tipo de cosas, y muchos coinciden en señalar que nuestras cosas son un reflejo de nuestra vida y viceversa. Nuestra casa, nuestro dormitorio, nuestro fregadero limpio o lleno de platos por fregar, según el caso, son un reflejo de nuestra forma de afrontar la vida. Y si no organizamos todo eso, nos pasaremos la vida sumidos en el caos, llegando por los pelos a todo y teniendo que improvisar y sobrevivir en el día a día. Y no queremos eso, ¿no? Yo no quiero eso, desde luego. Yo quiero ser una persona organizada y centrada, con todos sus objetivos claros y una disciplina de trabajo que me ayude a alcanzarlos. Y sin ruido mental, y eso es lo que nos aporta el desorden: RUIDO MENTAL.
Quien tenga casa propia habrá de aplicarse este principio a toda su extensión. Quien no, habrá de aplicarlo a su ámbito de actuación, sea un dormitorio o sea lo que sea.
Pero creo no equivocarme si afirmo que armario tenemos todas (todos). Y escritorio también, donde es normal que acumulemos un montón de papelajos inservibles en los cajones.
Sin embargo, lo que aquí nos importa es el armario, que para eso estamos en un blog de estilo personal.
Y el armario nos puede complicar la vida de una forma angustiosa. Y lo peor, sin que apenas nos demos cuenta del problema.
Problemas que deberíamos solucionar si queremos una vida centrada:
1. Exceso de prendas
Cómo no, nuestro eterno conflicto. Todas o casi todas nosotras tenemos mucha más ropa de la que sería necesaria. Y eso nos quita energía mental cada día. Nos crea fatiga psicológica, porque continuamente tenemos que hacer un esfuerzo por recordar lo que hay ahí dentro, y por buscar formas de combinar y amortizar todo ese arsenal.
Y encima, si somos de las que tenemos cajas acumuladas a la vista, percheros repletos de prendas colgando y mil mueblecitos de almacenamiento, la fatiga se intensifica, porque no podemos apartar esa visión caótica de en medio ni cuando nos vamos a dormir.
Esto se soluciona desprendiéndose de cosas sin piedad. Donar, donar y donar. Duele, pero a la larga es lo más beneficioso que podemos hacer por nosotras y por el prójimo.
2. Prendas que no nos cuadran
Por si fuera poco tener cientos de pingos en el armario, resulta que un alto porcentaje de ellos se compone de ropa que no nos acaba de convencer. No porque sea fea, o porque no nos quede bien (ésa es que ni debería estar ahí), sino porque no nos sentimos demasiado identificadas con ella y no vamos cómodas cuando nos la ponemos. Así que lo más frecuente es que nos cambiemos de nuevo antes de salir a la calle.
Pues bien, todo eso crea aún más ruido mental, más fatiga psicológica, porque además combina la sensación de no estarla amortizando con el sentimiento de culpabilidad. ¿Y cómo se va una a enfrentar a los retos de la vida diaria con semejante runrún diario en la cabeza?
3. Desorden
Es terrible cómo están algunas habitaciones de adolescentes. Yo creo que en mi época no éramos tan desordenados, en serio. ¡Pero es que ahora se ve como algo normal! Y los padres lo toleran con la excusa de que "es su espacio". Pues no, eso no es así. Flaco favor se les está haciendo, porque luego ese desorden se cronifica y acaba invadiendo todas las facetas de su vida. Se acaba convirtiendo en una actitud de absoluta dejadez ante las responsabilidades.
Lo alucinante es que he visto habitaciones así incluso en las películas de Netflix para adolescentes. Me quedo de piedra, en serio. Lo sacan como si fuera algo de lo más normal. Y claro, la gente lo ve en la tele y lo copia.
Pues bien, como nosotras no somos ya adolescentes, no tenemos excusa (ellos tampoco, en mi opinión). Una habitación desordenada y un armario desastre, concretando más, son un obstáculo en nuestra vida. Es un mal que contagia todo lo demás. Es imposible ser organizado en el trabajo, con las finanzas personales, con los estudios... si nos conducimos por la vida con un armario lleno de ropa apretujada, revuelta, arrugada, fuera de sitio, etc. No digo que nuestra vida sea necesariamente un caos absoluto, pero sí que nos iría mejor y estaríamos más centradas con un armario ordenadito, y con perchas que se puedan mover. Con ropa bien doblada, cada cosa en su sitio, cajones organizados... Y pocas cosas a la vista, a ser posible.
4. Prendas rotas
Esto es de cajón, valga el juego de palabras. Pero no es raro que tengamos por ahí alguna chaqueta a la que le falta un botón, otra que necesita una puntada en algún descosido o alguna más que está pendiente de arreglo de costura y nunca nos ponemos a ello, por lo que va danzando eternamente por la habitación con los alfileres prendidos. Ruido, ruido y más ruido. Tenemos que arreglar todo eso de una vez: poquito a poco, una prenda detrás de otra, pero avanzando. Y si no tiene arreglo, toca deshacerse de ella.
5. Falta de limpieza
Otro síntoma de dejadez vital. Si no tenemos nuestras cosas en un estado decente, no podemos movernos con seriedad por la vida. O al menos, ¡nadie nos va a tomar en serio! Los zapatos sucios, manchas en la camisa, olores sospechosos... Un desastre. Creo que este punto no precisa más explicación, ¿verdad?
En fin, hasta aquí el análisis de los males que aquejan a nuestro armario y que son la causa de la falta de concentración en nuestra vida.
Se me ocurre añadir que si tenemos demasiados ejemplares de un mismo elemento, y no tenemos tiempo material para usarlos todos, deberíamos decantarnos por tener a mano sólo unos cuantos y guardar los demás para cuando se nos estropeen ésos. Yo estoy pensando en los zapatos, que son mi talón de Aquiles, nunca mejor dicho. Con cada cambio de estación saco todo el arsenal, pero luego siempre me voy turnando entre los tres o cuatro pares favoritos, mientras que los demás los tengo a la vista creándome ansiedad, ya que los días pasan y no los uso. No los voy a dar, porque me gustan y me están bien, pero sí que debería quitarlos de mi vista durante una temporada, hasta que les llegue su momento.
En resumen, no descubro nada si digo que el camino hacia un armario "más feliz" es el de tener menos prendas mejor escogidas y muy, muy amortizadas. Menos prendas pero mejores, y que se adapten a nuestras necesidades.
En mi caso, siento que estoy madurando. Estoy cansada de tanta abundancia absurda, y eso que yo no soy especialmente consumista. Pero aun así, tengo demasiado de todo, y eso me agota. Y me distrae. Y tengo cosas más interesantes en las que volcar mi energía mental cada día.
Y vosotras, ¿qué me contáis? ¿Os pasa lo mismo que a mí?
*Iba a poner una imagen de un armario desordenado, pero me creaba ansiedad. He preferido elegir una que trasmita la paz mental de un armario bien ordenadito. :)
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